El sordido rumor de su voz,
su impaciencia casi alienada,
derrumba la mirada de mi amor.
La luz se ve sofocada en la oscuridad,
aunque, yo, no la entrego,
siento que todo se ha teñido de gris.
Caín me ha reclamado tambien,
la costumbre me lleva,
ha charlar largas horas,
por la noche, con él.
Mientras tanto,
una dulce sonata
evoca todos mis sueños,
los que de una vez fuiste parte.
Corrompes lo natural,
y me hago ocaso,
rogando apaciguar
la desilusion,
el tedio,
tu lunatica idea
de querer amarrar
mi corazon.
Soy vida y soy muerte mujer.
Me obsequias un tesoro
pero pides un alto precio,
y baluarte es tan extraño
como estudiar matematicas,
fisica y quimica.
Ahora solo resta
besarle los pies al alba,
para volver a creer,
en todo aquello
que nos hace bien.
En los suspiros,
en una letra,
en una tarde,
en un jazmin,
en una cancion,
en un corazon.
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